viernes, 6 de enero de 2023

PROPIOS DE LA MISA DEL 6 DE ENERO: FESTIVIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

 



6 de enero

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
I clase, blanco  
Gloria. Credo. Prefacio de Epifanía. Comunicantes propios. Genuflexión 
en el Evangelio

Estación en San Pedro del Vaticano


EXPLICACIÓN DE LA LITURGIA DEL DÍA 

Siguiendo el rastro luminoso de la estrella, magos de remotas naciones acuden hacía el Niño-Dios que se muestra al mundo: le rinden homenaje con el símbolo de sus regalos y entran con ello en la Iglesia, de la que es figura María.

El carácter y objeto de esta hermosísima festividad, se halla indicado en las palabras con las cuales la Santa Iglesia principia su oficio litúrgico: Cristo nos ha aparecido; venid, adorémosle. Por eso desde el Introito es proclamado con júbilo el advenimiento del gran Rey, del Señor dominador que tiene en su mano la potestad y el imperio de todo lo creado. Esta manifestación de Jesucristo a los pueblos de la gentilidad, la adoración que les rindieron los Magos, forma el objeto de cada una de las partes de la Misa. Si bien es verdad que la Iglesia nos recuerda y celebra hoy tres manifestaciones de Jesucristo: a los Magos, en las Bodas de Caná, y en el Jordán: con todo, la primera es a la que se refiere la liturgia de toda la santa Misa. Y así en la colecta rogamos al Señor nos conceda la gracia de contemplar en el cielo al mismo Jesucristo, a quien hemos conocido mediante la luz de la fe, prefigurada por la maravillosa estrella que condujo a los magos a Belén. Esta luz divina; la gloria del señor; el tributo de vasallaje que los pueblos habían de tributarle; todo esto nos predice el profeta Isaías en la Lección de la santa Misa.

El Evangelio, con una sencillez sublime y embelesadora, nos refiere el viaje de los Magos desde Oriente a Jerusalén en busca del Rey de los Judíos; cómo se declararon al mismo Herodes; la astucia de este rey malvado, su llegada a Belén; la adoración y los regalos que ofrecieron a Jesucristo, y, finalmente, el regreso a su patria. Los dones ofrecidos por los Magos se nos recuerdan de nuevo en el Ofertorio. Que estos dones prefiguraban a Jesucristo claramente lo indica la Secreta. Siendo la Epifanía una de las más solemnes festividades, no podía dejar de tener lo que es propio de ellas, es decir, Prefacio y Communicantes. Ambas piezas litúrgicas constituyen la más expresiva profesión de fe acerca del significado y realidad del gran misterio que celebramos. Gratitud por los bienes que conseguimos mediante la Epifanía, y fidelidad a los mismos, son las virtudes que nos predican la Comunión y Poscomunión.


A continuación os ofrecemos los propios de la Santa Misa



INTROITO Malaquías 3,1; 1 Crónicas 29,12; Salmo 71,1

Ecce advénit dominátor Dóminus: et regnum in manu ejus, et potéstas, et impérium. V/. Deus, judícium tuum Regi da: et justítiam tuam Fílio regis. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén



COLECTA

Deus, qui hodiérna die Unigénitum tuum géntibus stella duce revelásti: concéde propítious; ut, qui jam te ex fide cognóvimus, usque ad contemplándam spéciem tuæ celsitúdinis perducámur. Per eúmdem Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.




EPÍSTOLA, Isaías  60,1-6

Lección del profeta Isaías


¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos desde lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá. Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor.



GRADUAL Isaías  60,6.1

Omnes de Saba vénient, aurum et thus deferéntes, et laudem Dómino annuntiántes. V/. Surge, et illumináre, Jerúsalem: quia glória Dómini super te orta est.




ALELUYA  Mateo 2,2

Allelúja, allelúja. V/. Vídimus stellam ejus in Oriénte, et vénimus cum munéribus adoráre Dóminium. Allelúja.




EVANGELIO  Mateo 2, 1-12

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, (arrodillarse) y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.


Se dice Credo



OFERTORIO Salmo 71, 10-11

Reges Tharsis et ínsulæ múnera ófferent: reges Arabum et Saba dona addúcent: et adorábunt eum omnes reges terræ; omnes gentes sérvient ei




SECRETA

Ecclésiæ tuæ, quǽsumus, Dómine, dona propítious intuére: quibus non jam aurum, thus, et myrrha profértur; sed quod eisdem munéribus declarátur, immolátor, et súmitur, Jesus Christus Fílius tuus Dóminus noster. Qui tecum vivit et regnat in unitate Spritus Sancti Deus,




PREFACIO DE EPIFANÍA

V. Dóminus vobíscum.

R. Et cum spíritu tuo.

V. Sursum corda.

R. Habémus ad Dóminum.

V. Grátias agámus Dómino, Deo nostro.

R. Dignum et iustum est.


Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Quia, cum Unigénitus tuus in substántia nostræ mortalitátis appáruit, nova nos immortalitátis suæ luce reparávit. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:



COMUNICANTES PROPIO (solo hoy 6 de enero)

Communicántes, et diem sacratíssimum celebrántes, quo Unigénitus tuus in tua tecum glória coætérnus, in veritáte carnis nostræ visibíliter corporális appáruit: sed et memóriam venerántes, in primis ejúsdem gloriósæ semper Vírginis Maríæ, Genetrícis ejúsdem Dei et Dómini nostri Iesu Christi:..

 

COMUNIÓN Mateo 2, 2

Vídimus stellam ejus in Oriénte, et vénimus cum munéribus adoráre Dóminium.




POSCOMUNIÓN

Præsta, quǽsumus, omnípotens Deus: ut quæ solémni celebrámus offício, purificátæ mentis intelligéntia consequámur. Per Dominum nostrum Jesum Christum, Filium Tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.








Comentario al Evangelio: EL SEÑOR AMA LA NIÑEZ.

Homilía de San León Magno, Papa

EPIFANÍA DEL SEÑOR


Cuando los tres Magos fueron conducidos por el resplandor de una nueva estrella para venir a adorar a Jesús, ellos no lo vieron expulsando a los demonios, resucitando a los muertos, dando vista a los ciegos, curando a los cojos, dando la facultad de hablar a los mudos, o en cualquier otro acto que revelaba su poder divino ; sino que vieron a un niño que guardaba silencio, tranquilo, confiado a los cuidados de su madre. No aparecía en él ningún signo de su poder; mas le ofreció la vista de un gran espectáculo: su humildad. Por eso, el espectáculo de este santo Niño, al cual se había unido Dios, el Hijo de Dios, presentaba a sus miradas una enseñanza que más tarde debía ser proclamada a los oídos, y lo que no profería aún el sonido de su voz, el simple hecho de verle hacía ya que El enseñaba. Toda la victoria del Salvador, que ha subyugado al diablo y al mundo, ha comenzado por la humildad y ha sido consumada por la humildad. Ha inaugurado en la persecución sus días señalados, y también los ha terminado en la persecución. Al Niño no le ha faltado el sufrimiento, y al que había sido llamado a sufrir no le ha faltado la dulzura de la infancia, pues el Unigénito de Dios ha aceptado, por la sola humillación de su majestad, nacer voluntariamente hombre y poder ser muerto por los hombres.

Si, por el privilegio de su humildad, Dios omnipotente ha hecho buena nuestra causa tan mala, y si ha destruido a la muerte y al autor de la muerte (cf. 1 Tim 1,10), no rechazando lo que le hacían sufrir los perseguidores, sino soportando con gran dulzura y por obediencia a su Padre las crueldades de los que se ensañaban contra El, ¿cuánto más hemos de ser nosotros humildes y pacientes, puesto que, si nos viene alguna prueba, jamás se hace esto sin haberla merecido? ¿Quién se gloriará de tener un corazón casto y de estar limpio de pecado? Y, como dice San Juan, si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría con nosotros (1 Jn 1,8). ¿Quién se encontrará libre de falta, de modo que la justicia nada tenga de qué reprocharle o la misericordia divina qué perdonarle? Por eso, amadísimos, la práctica de la sabiduría cristiana no consiste ni en la abundancia de palabras, ni en la habilidad para discutir, ni en el apetito de alabanza y de gloria, sino en la sincera y voluntaria humildad, que el Señor Jesucristo ha escogido y enseñado como verdadera fuerza desde el seno de su madre hasta el suplicio de la cruz. Pues cuando sus discípulos disputaron entre sí, como cuenta el evangelista, quién sería el más grande en el reino de los cielos, El, llamando a sí a un niño, le puso en Medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no os mudáis haciéndoos como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos (Mt 18,1-4). Cristo ama la infancia, que El mismo ha vivido al principio en su alma y en cuerpo. Cristo ama la infancia, maestra de humildad, regla de inocencia, modelo de dulzura. Cristo ama la infancia; hacia ella orienta las costumbres de los mayores, hacia ella conduce a la ancianidad. A los que eleva al reino eterno los atrae a su propio ejemplo.



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