miércoles, 30 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO: Feliz el justo, porque el bien es para él: comerá del fruto de sus obras (Isaías 3,10)


He aquí que el Señor de los Ejércitos quitará a Jerusalén ya Judá todo sostén y ayuda: el guerrero, el hombre armado, el juez, el profeta, el adivino y el anciano, el capitán de cincuenta hombres, el grande, el consejero, el mago y el hombre de conjuros. Y les daré niños por capitanes y serán dominados por hombres afeminados. En efecto, Jerusalén amenaza ruina y Judá se pierde; porque tanto sus palabras como sus obras están contra el Señor y desafían la mirada de su majestad. Su frente da testimonio contra ellos: en lugar de ocultarlos, publican sus pecados. ¡Ay de ellos!: que se les dará el castigo que merecen… Feliz el justo, porque el bien es para él: comerá del fruto de sus obras. ¡Ay del impío!: para él, todo lo malo. Será tratado según lo que merezca. (Isaías III, 1-4, 8-11.)

Por cuanto Jerusalén camina hacia su ruina, la lucidez de su entendimiento se extingue en ella como todas las demás potencias. No sabe a donde va e ignora el abismo que la va a devorar. Así son los hombres que no consideran el Advenimiento del Soberano Juez, esos de los cuales Moisés ha dicho en su Cántico: Gente sin consejo y sin prudencia; si al menos tuviesen inteligencia y sabiduría para prever el fin de las cosas. 

El Hijo de Dios viene ahora envuelto en humildes pañales, pobre como un esclavo y para emplear palabras de los Profetas, como el rocío que cae sin ruido y gota a gota; mas no siempre sera de la misma manera. Esta tierra, que soporta ahora nuestros pecados y nuestra insensibilidad, crujirá también en presencia del Juez terrible.

 ¿Cuál será nuestro apoyo si sólo en ella hemos confiado? “Una muerte repentina, ocurrió a vuestra vista, dice San Juan Crisóstomo, un terremoto, la amenaza de un súbita calamidad os aterra y abate: ¿qué será cuando os falle la tierra bajo los pies; cuando veáis la destrucción de la naturaleza, y oigáis el sonido de la fatal trompeta; cuando el Soberano Señor del Universo se muestra a vuestras miradas en toda su majestad? Habéis visto condenados conducidos al suplicio: antes de llegar al lugar de la ejecución ¡cuántas muertes no tienen que sufrir! Anonadados por el terror, muchos no han ofrecido al verdugo más que un cadáver. ¡

Oh angustias de este momento final! ¡Cómo se atreverá nadie a desafiaros, cuando es tan fácil evitaros, que basta sólo con abrir hoy el alma al que viene suave y desarmado pidiendo asilo en nuestros corazones, prometiendo salvarlos de aquellas iras, si ahora quieren recibirle! ¡Oh Jesús!, no queremos ni podemos luchar contigo en el último día; ahora eres nuestro hermano, nuestro amigo, un infante que va a nacer en nosotros; queremos hacer alianza contigo, y asi amándote en tu primer Advenimiento no te temeremos en el postrero. ¡Ojalá podamos oír las palabras que tus Ángeles dirigirán a los Justos: Todo está bien!”



 


CATEQUESIS LITURGICA SOBRE EL ADVIENTO ( y III ): PRÁCTICA DEL ADVIENTO

 


Os ofrezco la catequesis litúrgica de hoy sobre este tiempo de Adviento de la mano del liturgista benedictino dom Prospero Gueranger.


CATEQUESIS LITÚRGICA DE ADVIENTO III: PRÁCTICA  DEL ADVIENTO.

VIGILANCIA.
 Si nuestra Madre, la Santa Iglesia, pasa el tiempo del Adviento ocupado en esta solemne preparación al triple Advenimiento de Jesucristo; si, como las vírgenes prudentes, permanece con la lámpara encendida para la llegada del Esposo; nosotros, que somos sus miembros e hijos, debemos participar de los sentimientos que la animan y hacer nuestra advertencia del Salvador: “Cíñase tu cintura como la de los peregrinos; brillen en vuestras manos antorchas encendidas; y vosotros sed semejantes a los criados que están en espera de su amo'”. En efecto, la suerte de la Iglesia es también la nuestra; cada una de nuestras almas es objeto, por parte de Dios, de una misericordia y de una providencia semejante a las que emplea con la misma Iglesia. 

Si ella es el templo de Dios, es porque se compone de piedras vivas; si es la esposa, es porque está formada por todas las almas invitadas a la unión eterna con El. Si es cierto que está escrito que el Salvador conquistó a la Iglesia con su sangre, cada uno de nosotros hablando de sí mismo puede decir como San Pablo: Cristo me amó y se entregó por mí. Siendo, pues, idéntica nuestra suerte, debemos esforzarnos, durante el Adviento, en asimilar los sentimientos de preparación que vemos embargan a la Iglesia.


ORACIÓN. 
En primer lugar, es un deber nuestro unirnos a los Santos del Antiguo Testamento para pedir la venida del Mesías y pagar así la deuda que toda la humanidad tiene contraída con la misericordia divina. Para animarnos a cumplir con este deber, transportemonos con el pensamiento al curso de estas millas de años, representados por las cuatro semanas del Adviento y pensemos en aquellas tinieblas, en aquellos crímenes de toda clase en medio de los cuales se movía el mundo antiguo. 

Nuestro corazón debe sentir con la mayor viveza el agradecimiento que debe a Aquel que salvó a su criatura de la muerte y que bajó hasta nosotros para ver más de cerca y compartir todas nuestras miserias, fuera del pecado. Debe clamar con acentos de angustia y de confianza, hacia Aquel que se dignó salvar la obra de sus manos, pero que quiere también que el hombre pida e implore por su salvación. Que nuestros deseos y nuestra esperanza se dilatan, pues, con estas ardientes súplicas de los antiguos Profetas que la Iglesia pone en nuestros labios en estos días de espera; abramos nuestros corazones hasta en sus últimos repliegues a los sentimientos que ellos expresan.


CONVERSIÓN
 Cumplido este primer deber, pensaremos en el Advenimiento que el Salvador quiere hacer en nuestro corazón: Advenimiento, como hemos visto, lleno de dulzura y de misterio, y que es consecuencia del primero, puesto que el Buen Pastor no viene solamente a visitar a su rebaño en general, sino que extiende sus cuidados a cada una de sus ovejas, aun a la centésima que se había extraviado. Ahora bien, para captar todo este inefable misterio, es necesario tener presente que así como no podemos ser agradables a nuestro Padre celestial sino en la medida que ve en nosotros a Jesucristo, su Hijo, este divino Salvador tan bondadoso se digna venir a cada uno de nosotros para transformarnos en El, si lo consentimos, de suerte que no vivamos ya nuestra vida sino la suya. Este es el objetivo del Cristianismo, la divinización del hombre por Jesucristo: tal es la tarea sublime impuesta a la Iglesia. Con S. Pablo dice Ella a los fieles: “Vosotros sois mis hijitos; pues os doy un nuevo nacimiento para que Jesucristo se forme en vosotros”.

Pero, lo mismo que al aparecer en este mundo, el divino Salvador se mostró primeramente bajo la forma de un niño débil, antes de llegar a la plenitud de la edad perfecta necesaria para que nada faltase a su sacrificio, del mismo modo tratará de desarrollarse en nosotros. Ahora bien, es precisamente en la fiesta de Navidad cuando quiere nacer en las almas y cuando derrama sobre su Iglesia una gracia de Nacimiento, a la cual todos no son seguramente fieles. Porque mirad la situación de las almas a la llegada de esta inefable fiesta. Las unas, el número más reducido, viven plenamente de la vida de Jesucristo que está en ellas y aspiran continuamente a crecer en esta vida. Las otras, en mayor número, están seguramente vivas, por la presencia de Cristo, pero enfermas y endebles por no desear el aumento de esta vida divina; porque su amor se ha resfriado. Los demás hombres no gozan de esta vida, están muertos; porque Cristo dijo: Yo soy la vida.

Ahora bien, durante los días de Adviento pasa llamando a la puerta de todas estas almas, bien sea de una manera sensible, o bien de una manera velada. Les pregunta si tienen sitio para El, para que pueda nacer en ellas. Y, aunque la posada que reclama sea suya, porque El la construyó y la conserva, se queja de que los suyos no le quisieron recibir al menos la mayo – ría de ellos.

“Por lo que toca a aquellos que le recibieron, les dió poder para hacerse hijos de Dios y no hijos de la carne o de la sangre”.

Preparaos, por tanto, vosotras, almas fieles, que le guardáis dentro de vosotras como un preciado tesoro y que desde tiempo atrás no tenéis otra vida que su vida, otro corazón que su corazón, otras obras que sus obras, preparaos a verle nacer en vosotras más hermoso, más radiante y más poderoso que hasta ahora lo había conocido. Tratad de descubrir en las frases de la santa Liturgia esas palabras misteriosas que hablan a vuestro corazón y encantan al del Esposo.

Ensanchad vuestras puertas para recibirle nuevamente, vosotras que le tenéis ya dentro pero sin conocerle; que le poseéis pero sin gozar. Ahora vuelve a venir con renovada ternura; ha olvidado vuestros desdenes; quiere renovarlo todo. Haced sitio al divino Infante; porque crecerá en vosotras. Se aproxima el momento: despiértese, pues, vuestro corazón; cantad y estad alerta, no os vaya a encontrar dormidas a su paso. Las palabras de la Liturgia son también para vosotras; hablan de tinieblas que solo Dios puede deshacer, de heridas que solo su bondad puede curar, de enfermedades que solo pueden sanar por su virtud.

Y vosotros, cristianos, para quienes la buena nueva es como si no existiera, porque vuestros corazones están muertos por el pecado, bien se trate de una muerte que os aprisiona en sus cadenas desde hace mucho tiempo, o bien de heridas recientes: he aquí que se acerca el que es la vida. “¿Por qué habréis de preferir la muerte? El no quiere la muerte del pecador sino que se convierte y viva'”. La gran fiesta de su Nacimiento será un día de misericordia universal para todos los que quieran recibirle. Estos volverán con El a la vida; desaparecerá toda su vida anterior, y la gracia superabundará allí donde la iniquidad había abundado.

Y si la ternura y suavidad de este misterioso Advenimiento no te seduce, porque tu recargado corazón no es capaz todavía de experimentar confianza, porque, después de haber sorbido la iniquidad como el agua, no sabes lo que es aspirar por amor a la caricias de un Padre cuyas llamadas ha despreciado: entonces debes pensar en ese otro Advenimiento terrorífico que ha de seguir al que se realiza silenciosamente en las almas. Escucha los crujidos del Universo ante la proximidad del Juez terrible; contempla los cielos huyendo ante tu vista, desplegándose como un libro aguanta, si puedes, su aspecto, su mirada deslumbrante; mira sin estremecerte la espada de dos filos que sale de su boca; escucha, por fin, esos gritos lastimeros: ¡Oh montes, caed sobre nosotros, oh rocas, cubridnos, apartadnos de su vista amenazadora!  Estos gritos son los que lanzarán en vano aquellas desgraciadas almas que no quisieron conocer el tiempo de su visita. Por haber cerrado su corazón al Hombre-Dios que lloró sobre ellas, ¡tanto las amaba! bajarán ahora vivas al fuego eterno, cuyas llamas son tan ardientes que devoran los frutos de la tierra y los más ocultos fundamentos de las montañas.

Allí es donde hueva el gusano eterno de un pesar que no muere nunca.

Aquellos, pues, que no se conmueven ante la dulce noticia de la próxima venida del celestial Médico, del Pastor que generosamente da la vida por sus ovejas, mediten durante el Adviento en el tremendo pero innegable misterio de la Redención humana, inutilizada por la repulsa que de ella hace con frecuencia el hombre. Calculen sus fuerzas y, si desprecian al Infante que va a nacer', consideren si serán capaces de luchar con el Dios fuerte el día que venga, no a salvar, sino a juzgar. Y para conocer mejor a este Juez, ante cuya presencia temblará todo el mundo, pregunten a la Santa Liturgia; allí aprenderán a temerle.

Por lo demás, este temor no es sólo propio de los pecadores, es un sentimiento que debe experimentar todo cristiano. El temor, si va solo, hace esclavos; si le.acompaña el amor, dice bien del hijo culpable que busca el perdón de su irritado padre; aun cuando el amor lo arroje fuera¿, a veces reaparece como un rayo pasajero, para conmover felizmente el corazón del alma fiel hasta sus más íntimos fundamentos. Entonces siente revivir en sí el recuerdo de su miseria y de la gratuita misericordia del Esposo. Nadie, por tanto, debe dispensarse, en este santo tiempo de Adviento, de asociarse a estos santos temores de la Iglesia, quien por muy amada que sea, exclama con frecuencia en su Liturgia: ¡Atraviesa, Señor, mi carne con el aguijón de tu temor! Pero sobre todo será útil esta parte de la Liturgia, a los que comienzan a darse cuenta al servicio divino.

De todo esto se puede sacar en consecuencia, que el Adviento es un tiempo dedicado principalmente a los ejercicios de la Vía purgativa; esto significa bien aquella frase de San Juan Bautista, que la Iglesia repite con tanta frecuencia durante este santo tiempo: ¡Preparad los caminos del Señor! Que cada uno de nosotros trabaje, pues, seriamente en allanar el camino por donde ha de entrar Cristo en su alma. Los justos, siguiendo la doctrina del Apóstol, olviden lo que han hecho en el pasado y trabajaron con nuevos ánimos. Apresúrense los pecadores a romper los lazos que los cautivan, las costumbres que los dominan; mortifiquen la carne, comenzando el duro trabajo de sujeción al espíritu; oren sobre todo con la Iglesia; de esta manera, cuando venga el Señor, tendrá derecho a esperar que no pase de largo por su puerta, sino que entre; puesto que ha dicho, dirigiéndose a todos: “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa”.











PROPIOS DE LA MISA DE LA FIESTA DE SAN ANDRES APOSTOL

 


Día 30 de noviembre

SAN ANDRES, APÓSTOL

II  clase, rojo

Gloria, Credo y prefacio de los Apóstoles


ELOGIO DEL MARTIROLOGIO ROMANO


En Patras de Acaya, el triunfo de san Andrés Apóstol, que predicó el sagrado Evangelio de Cristo en Tracia y Escitia. Preso por el Procónsul Egea fue primero encerrado en una cárcel; luego, azotado cruelísimamente y, por último, clavado en una cruz, sobrevivió en ella dos días, enseñando al pueblo; y habiendo rogado al Señor no permitiese que le quitaran de ella, cercóle un gran resplandor del cielo, y al desaparecer poco después, entregó su espíritu.


A continuación os ofrecemos los propios de la Santa Misa 


INTROITO Salmo 138, 17; 1-2


Mihi autem nimis honoráti sunt amíci tui, Deus: nimis confortátus est principatus eórum. V/. Dómine, probásti me et cognovísti me: tu cognovísti sessiónem meam et resurrectiónem meam. V. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculórum. Amen.

Se dice Gloria



COLECTA

Maiestátem tuam, Dómine, supplíciter exorámus: ut, sicut Ecclésiæ tuæ beátus Andréas Apóstolus éxstitit prædicátor et rector; ita apud te sit pro nobis perpétuus intercéssor.
Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. R. Amen.


Se hace conmemoración de la feria de la I semana de Adviento

Excita, quæsumus, Dómine, poténtiam tuam, et veni: ut ab imminéntibus peccatórum nostrórum perículis, te mereámur protegénte éripi, te liberánte salvári: Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. R/. Amén.


EPÍSTOLA Romanos 10, 10-18

Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos.

Hermanos: Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación. Pues dice la Escritura: Nadie que crea en él quedará confundido. En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?. Y, ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien! Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma: Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje? Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo. Pero digo yo: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras.


GRADUAL Salmo 44, 17-18

Constítues eos príncipes super omnem terram: mémores erunt nóminis tui, Dómine. V. Pro pátribus tuis nati sunt tibi fílii: proptérea pópuli confitebúntur tibi


ALELUYA

Allelúia, allelúia.V. Diléxit Andréam Dóminus in odórem suavitátis. Allelúia.


EVANGELIO Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo iba Jesús paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Se dice Credo


OFERTORIO Salmo 138, 17 

Mihi autem nimis honoráti sunt amíci tui, Deus: nimis confortátus est principátus eórum.


SECRETA

Sacrificium nostrum tibi, Dómine, quǽsumus, beáti Andréæ Apóstoli precátio sancta concíliet: ut, in cuius honóre sollémniter exhibétur, eius méritis efficiátur accéptum. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum.


Se hace conmemoración de la feria de la I semana de Adviento

Haec sacra nos, Dómine, poténti virtúte mundátos, ad suam fáciant purióres veníre princípium. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus


PREFACIO DE APÓSTOLES

V. Dóminus vobíscum.

R. Et cum spíritu tuo.

V. Sursum corda.

R. Habémus ad Dóminum.

V. Grátias agámus Dómino, Deo nostro.

R. Dignum et iustum est.

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre: Te, Dómine, supplíciter exoráre, ut gregem tuum, Pastor ætérne, non déseras: sed per beátos Apóstolos tuos contínua protectióne custódias. Ut iísdem rectóribus gubernétur, quos óperis tui vicários eídem contulísti præésse pastóres. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus cumque omni milítia cœléstis exércitus hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:


COMUNIÓN Mateo 4,19-20

Veníte post me: fáciam vos fíeri piscatóres hóminum; at illi contínuo, relíctis rétibus, secúti sunt Dóminum.


POSCOMUNIÓN

Súmpsimus, Dómine, divína mystéria, beáti Andréæ Apóstoli festivitáte lætántes: quæ, sicut tuis Sanctis ad glóriam, ita nobis, quǽsumus, ad véniam prodésse perfícias. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen.


Se hace conmemoración de la feria de la I semana de Adviento

Suscipiamus, Dómine, misericórdiam tuam in médio templi tui: ut reparatiónis nostræ ventúra solémnia congruis honóribus præcedámus. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.








 







NOVENA EN HONOR A LA INMACULADA CONCEPCION DE MARIA SANTISIMA, PATRONA DE ESPAÑA: DIA 2

 


NOVENA EN HONOR A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA (DÍA 2)

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
Pésame, Señor, de todo corazón de haberos ofendido por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, y propongo firmemente la enmienda.
  
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberana Señora, Emperatriz de los Cielos y tierra, Estrella refulgente del mar, que fija en los candores de vuestra Inmaculada pureza diriges los errados navegantes, hijos de Adán. Yo el más indigno de todos ellos, me postro ante tu Sagrada Imagen, venerándote en el primer instante de tu Purísima Concepción, desde el cual fuiste escogida para Madre de Dios y Virgen Purísima, y te suplico en esta novena, que consagro a tus aras, que te dignes de ser mi Madre, pues lo eres de todos los miserables hijos de Adán; y me alcances del trono de la Beatísima Trinidad pureza de intención y conformidad con su santísima voluntad, para que por vuestra santísima intercesión sean mis súplicas oídas de su piedad; y en especial, Señora, se digne concederme el remedio de esta especial necesidad que os manifiesta mi corazón, lo que con gran confianza espero de vuestras piedades para que, una vez conseguida, te rinda en esta vida las gracias, hasta que logre congratularte en la gloria eternamente. Amén.

DÍA SEGUNDO - 30 DE NOVIEMBRE

MEDITACIÓN: «Mancha original nunca hubo en ti» (Cánticos 4, 7).

Considerad, almas, cómo preparados con soberanos favores y especiales disposiciones los padres de María Santísima, se determinó en el Divino Consistorio de esta Soberana Princesa: «Creemos un alma de nuestros deseos, un fruto de nuestros atributos, un prodigio de nuestro infinito Poder, sin que le toque ni le ofenda la mácula de la culpa de Adán. Hagamos una obra que sea objeto de nuestra Omnipotencia, sea única imagen de nuestra Divinidad y sea en nuestra Presencia, por todas las eternidades, complemento de nuestro beneplácito y agrado; en ella depositaremos todas las prerrogativas y gracias que en nuestra primera condicionada voluntad, destinábamos para los Ángeles y los hombres si en el primer estado se conservaran. No conviene a nuestra equidad y providencia omitir lo más decente, perfecto y santo, por lo que es menos: el Verbo, que se ha de humanar, siendo Redentor y Maestro de los hombres, ha de fundar la Ley perfectísima de gracia y enseñar en ella a obedecer y honrar a padre y madre, como causas segundas de su ser natural: esta Ley se ha de ejecutar primero honrando el Verbo Divino a la que eligió por Madre suya, previniéndola con lo más admirable, más santo y excelente de todas las gracias y dones: y entre ellos será la honra y beneficio más singular el no sujetarla a nuestros enemigos ni a su malicia, y así ha de ser libre de la muerte y de la culpa».

ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO

¡Oh Soberana Reina de los Ángeles! Cielo hermosísimo, adornado de divinas luces, a vuestros pies santísimos postrados todos los que os veneramos en esta Novena, os damos mil parabienes por la determinación de la Beatísima Trinidad en haceros exenta de la culpa original, y en adornar y enriquecer vuestra alma de purezas y bienes celestiales, de que sumamente nos gozamos todos los miserables hijos de Adán, y os suplicamos humildes atendáis a vuestros ruegos, alcanzándonos de la Beatísima Trinidad lo que os representamos en esta Novena, y en especial un eficaz auxilio para que purificadas nuestras almas por la confesión y penitencia, continuando estos divinos ejercicios, merezcamos los eternos premios de la Gloria. Amén.


A continuación, rezamos las siguientes invocaciones: 

1. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Padre, como a Hija suya, os hizo poderosísima, que en vida y en muerte me libréis del poder del Demonio. Amén. Ave María 

2. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Hijo, como a Madre suya, os hizo sapientísima, que me alcanceis de su Divina Majestad una Fe constante y una esperanza firme, y que ni en vida ni en muerte me pueda pervertir alguna ignorancia o error. Amén. Ave María 

3.Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Espíritu Santo, como a Esposa suya, os enriqueció de una caridad inmensa, me alcancéis que mi corazón perpetuamente se abrase en el fuego del amor divino. Amén. Ave María 

4. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues la Santísima Trinidad os hizo templo suyo, sustentado sobre las columnas de las más sólidas virtudes, que me alcanceis de su Divina Majestad que participando de vuestras virtudes, sea yo vivo templo suyo en tiempo y eternidad. Amén. Ave María

ORACION FINAL 

Antífona: Esta es la vara en la cual no hubo ni el nudo del pecado original, ni la corteza de la culpa actual.

℣. En tu Concecpión, oh Virgen, fuiste Inmaculada;
℟. Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste a luz.

ORACIÓN
¡Oh, Dios!, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste digna morada para tu Hijo; rogámoste que, así como preservaste a Ella de toda mancha por la muerte prevista de tu mismo Hijo, así también nos concedas que, mediante tu intercesión, lleguemos limpios de toda culpa a tu presencia. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

℣.Ave María purísima
℟. Sin pecado concebida

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.


Como buen devoto de María Santísima es muy conveniente que acabes este Ejercicio piadoso con un canto a la Santísima Virgen. Desde este blog te recomiendo los siguientes.


Este en lengua latina ( cantado por el coro Harpa Dei)



O bien este en lengua castellana 





martes, 29 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL MARTES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO: De Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Isaías 2,3)

 


Lo que vio Isaías, hijo de Amos, referente a Jerusalén ya Judá. He aquí que 
en los últimos tiempos el monte de la Casa del Señor apoyará sus cimientos 
en la cumbre de todas las montañas y se elevará sobre todos los collados. 
Y se juntarán allí todas las naciones y vendrán muchos pueblos diciendo: 
Venid, subamos al Monte del Señor ya la Casa del Dios de Jacob 
y El nos mostrará sus caminos y andaremos por sus sendas, 
porque de Sión saldrá la Ley 
y de Jerusalén la palabra del Señor.  (Isaías II, 1-3.)


¡Con qué complacencia escucha y repite la santa Iglesia estas bellas palabras del Profeta: Venid, subamos al Monte del Señor! Todos los días de Feria, en el Adviento, las repite en el Oficio de Laudes; y todos sus hijos alaban al Señor que se ha hecho semejante a una alta montaña, accesible a todos, para atraer más nuestras miradas. 

Cierto que este Monte, como dice otro Profeta, es al principio insignificante como una piedrecita, queriendo indicar la humildad del Mesías en su nacimiento; pero crecerá pronto a vista de todos los pueblos que serán invitados a poblar sus fértiles laderas y hasta su misma cumbre iluminada por los rayos del Sol de Justicia. Así es, ¡oh Jesús! A todos nos llamas ya todos sois accesibles; la grandeza y sublimidad de tus misterios no tienen nada de incompatible con nuestra miseria. 

Desde ahora queremos unirnos a esta oleada de pueblos que hacia Ti se dirigen: ya empezamos a caminar; en tus flancos, oh Montaña bendita, queremos colocar nuestra tienda. Dígnate recibirnos; y que no escuchemos más el estrépito mundano que sube desde la llanura. Colócanos tan arriba, que nuestros ojos no pueden ver más las vanidades de la tierra. 

Ojalá no olvidemos ya nunca las sendas por las cuales se sube a esta santa cima, en que la montaña, que es la figura, se esfuma, y ​​donde el alma se encuentra para siempre cara a cara con Aquel cuyo rostro contemplan los Ángeles en un éxtasis eterno y cuyas delicias son el estar con los hijos de los hombres. (Proverbios VIII, 31.) y que no escuchemos más el estrépito mundano que sube desde la llanura. 


CATEQUESIS LITURGICA SOBRE EL ADVIENTO (II): MISTICA DEL ADVIENTO

 


Os ofrezco la catequesis litúrgica de hoy sobre este tiempo de Adviento de la mano del liturgista benedictino dom Prospero Gueranger.

CATEQUESIS LITÚRGICA DE ADVIENTO II: MÍSTICA  DEL ADVIENTO.

EL TRIPLE AVENIMIENTO . 
Si, después de haber detallado las características que distinguen al tiempo del Adviento de cualquier otro tiempo, queremos penetrar ahora en las profundidades del misterio que ocupa a la Iglesia durante este período, hallaremos que el misterio del Advenimiento de Jesucristo es a la vez simple y triple. Simple, porque es el mismo Hijo de Dios el que viene; triple, porque viene en tres ocasiones y de tres maneras.

En el primer Advenimiento, dice San Bernardo en el Sermón quinto sobre el Adviento, viene en carne y debilidad; en el segundo viene en espíritu y poderío; en el tercero viene en gloria y majestad; el segundo Advenimiento es el medio por el que se pasa del primero al tercero.”

Este es el misterio del Adviento. Oigamos ahora la explicación que Pedro de Blosio nos da de esta triple visita de Cristo, en su sermón tercero de AdvIento: “Hay tres Advenimientos del Señor, el primero en carne, el segundo al alma, el tercero en el día del juicio. El primero ocurrió en medio de la noche, según la frase del Evangelio: Se oyó un clamor en medio de la noche: He aquí el Esposo. Este primer Advenimiento ya pasó: porque Cristo apareció en la tierra y convivió con los hombres. Ahora estamos en el segundo Advenimiento: pero con tal de que seamos dignos de que venga a nosotros; porque El ha dicho que si le amamos, vendrá a nosotros y hará en nosotros su morada. Por consiguiente, este Advenimiento no es para nosotros algo completamente seguro, porque ¿quién, sino solamente el Espíritu divino, conoce los que son suyos? Aquellos a quienes el ansia de las cosas celestiales saca fuera de sí mismos saben cuándo viene, pero no de dónde viene ya dónde va. En cuanto al tercer advenimiento, es seguro que ha de ocurrir; pero muy incierto cuando ocurrirá: puesto que no hay nada tan cierto como la muerte pero tampoco tan incierto como el día de la muerte. En el preciso momento en que se hable de paz y seguridad, dice el Sabio, aparecerá repentinamente la muerte, como aparece en el seno de la mujer los dolores del parto, y nadie podrá huir. La primera venida fue, pues, humilde y oculta, la segunda misteriosa y llena de amor, la tercera será resplandeciente y terrible. En su primer Advenimiento Cristo fue injustamente juzgado por los hombres; en el segundo nos hace justos por la gracia; en el tercero juzgará en justicia a todo lo criado:

EL PRIMER ADVENIMIENTO: La Santa Iglesia aguarda, pues, durante el Adviento con lágrimas e impaciencia la venida de Cristo en su primer Advenimiento. Y así, se hace eco de las ardientes expresiones de los Profetas, a las que añade sus propias súplicas. Las ansias del Mesías no son, en boca de la Iglesia, un simple recuerdo de los anhelos del antiguo pueblo: tienen un valor real, una eficaz influencia sobre el gran acto de la generosidad del Padre celestial, que nos dió a su Hijo. Desde toda la eternidad, las oraciones reunidas del antiguo pueblo y las de la Iglesia cristiana estuvieron presentes ante el divino acatamiento; y fue después de haberlas oído y escuchado todas, cuando se decidió a enviar en su debido tiempo a la tierra este celestial rocío que hizo germinar al Salvador.

EL SEGUNDO AVENIMIENTO: La Iglesia ansia también el segundo Advenimiento, consecuencia del primero, y que consiste como acabamos de verlo, en la visita que el Esposo hace a la Esposa. Este Advenimiento ocurre todos los años en la fiesta de Navidad; un nuevo nacimiento del Hijo de Dios liberta a la sociedad de los Fieles, del yugo de la esclavitud que el enemigo quisiera imponerle. Durante el Adviento la Iglesia pide, pues, ser visitada por el que es su Jefe y Esposo, visitada en su Jerarquía, en sus miembros, vivos unos y otros ya difuntos pero que pueden volver a la vida; y por fln en todos los que no están en comunión con ella, en los mismos infieles para que se conviertan a la luz verdadera, que también para ellos luce. Las expresiones de la Liturgia, que emplea la Iglesia para pedir este amoroso e invisible Advenimiento, son las mismas que aquellas por las cuales solicita la venida del Redentor en la carne; porque proporcionalmente la situación es idéntica. En vano hubiera venido el Hijo de Dios, hace diecinueve siglos, si no volviera a venir para cada uno de nosotros y en cada momento de nuestra existencia, para procurarnos y fomentar en nosotros esa vida sobrenatural cuyo principio es El y el Espíritu Santo.

EL TERCER AVENIMIENTO:  Pero esta visita anual del Esposo no colma los deseos de la Iglesia: suspira todavía por el tercer Advenimiento que será la consumación de todo y la abrirá las puertas de la eternidad. Conserva en su memoria la última frase del Esposo: He aquí que vengo a su tiempo; y dice con fervor: ¡Ven, Señor Jesús! Tiene prisa por verso libre de la sujeción del tiempo; suspira por ver completo el número de los elegidos y por ver aparecer la señal de su Libertador y Esposo sobre las nubes del cielo. Hasta allí, pues, se extiende el sentido de los deseos que expresa en su Liturgia de Adviento; esa es la explicación de la frase del discípulo amado en su profecía: He aquí las bodas del Cordero, y la Esposa está preparada

Mas, el día de la llegada del Esposo será también un día terrible. La Santa Iglesia tiembla con frecuencia con el solo pensamiento del tremendo tribunal ante el que comparecerá todo el mundo. Califica a este día de “día de ira, del cual dijeron David y la Sibila que reduciría al mundo a cenizas; día de lágrimas y de espanto. Y no es que tema por sí mismo, habiéndose de colocar sobre su frente en ese día la corona de Esposa de un modo definitivo; pero su corazón maternal tiembla ante la idea de que muchos de sus hijos estarán a la izquierda del Juez, y que privados de toda sociedad con los elegidos, serán arrojados para siempre, atados de pies y, en las tinieblas donde no habrá más que llanto y crujir de dientes. He ahí la razón por la que se detiene la Iglesia con tanta frecuencia, en la Liturgia de Adviento,


FORMAS LITÚRGICAS .

 Este es, pues, el triple misterio del Adviento. Ahora bien, las formas litúrgicas de que se halla revestido son de dos clases: consisten las unas en oraciones, lecturas y otras fórmulas en que se utilizan las palabras para traducir los sentimientos que acabamos de exponer; las otras consisten en ritos externos característicos de este santo tiempo y dedicados a completar la expresión de los cantos y de las palabras.

Por el color de duelo de que se cubre, la Santa Iglesia quiere hacer sensible a los ojos del pueblo la tristeza que embarga su corazón. Exceptuando las fiestas de los Santos, no usa más que el color violeta; el Diácono deja la Dalmática, y el Subdiácono la Túnica. Antiguamente se llegó a usar el color negro en varios lugares, como Tours, Mans, etc. Este duelo de la Iglesia indica claramente con verdad se asocia a los verdaderos israelitas que esperaban al Mesías en la ceniza y el cilicio, y lloraban la gloria eclipsada de Sión, y el “cetro arrebatado a Judá, hasta que venga el que ha de ser enviado, el que es el ansia de las naciones'”. Significa también las obras de penitencia por las que se preparan al segundo Advenimiento lleno de dulzura y misterio,

Finalmente traduce el desconsuelo de esta viuda, en espera del Esposo que tarda en llegar. Cual la tórtola, gime sobre la montaña, hasta sentir la voz que la ha de decir: “Ven del Líbano, Esposa mía; ven y serás coronada, porque ha herido mi corazón”.

La Iglesia suspende también durante el Adviento, fuera de las fiestas de los Santos, el empleo del Himno angélico: Gloria in excelsis Deo, et in térra pax hominibus bonae voluntatis. Efectivamente, este maravilloso cántico se oyó por vez primera en Belén en la gruta del Niño Dios; la lengua de los ángeles permanece todavía muda; la Virgen no ha depositado aún su divina carga; no es tiempo todavía de cantar, aún no es propio entonar: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”

Tampoco deja oir el Diácono al fin de la Misa aquellas solemnes palabras con que despide a la asamblea de los fieles en tiempo ordinario: Ite, missa est. En su lugar exclama: Benedicamus Domino! como si la Iglesia tuviese miedo de interrumpir la oración de los fieles, que no debería ser nunca demasiado largo en estos días de espera.

En el Oficio Nocturno, la Santa Iglesia suspende también, durante estos días, el cántico jubiloso del Te Deum laudamus. Espera en la humildad el don divino y por eso durante esta expectación no sabe hacer otra cosa que pedir, suplicar y esperar. Ya llegará la hora solemne en que el Sol de justicia apareció de repente en medio de las más oscuras tinieblas: entonces recobrará ella su voz de acción de gracias; y el silencio de la noche hará eco, en toda la tierra, a este grito de entusiasmo: “Te alabamos, oh Dios; te ensalzamos, oh Señor. ¡Oh Cristo, Rey de la gloria, Hijo eterno del Padre! para libertar al hombre no tuviste horror al seno de una pobre Virgen.”

Los días de feria, antes de terminar cada hora del Oficio, las Rúbricas del Adviento prescriben oraciones especiales que se deben hacer de rodillas; en esos mismos días el Coro debe permanecer también en esa postura durante una buena parte de la Misa. Bajo este aspecto, las prácticas del Adviento son idénticas a las de la Cuaresma.

No obstante eso, existe un rasgo característico que distingue a estos dos tiempos: el canto de la alegría, el jubiloso Aleluya no queda suspendido durante el Adviento, a no ser en los días de feria. Continúa cantándose en la Misa de los cuatro domingos, formando contraste con el sombrío color de los ornamentos. Incluso hay una dominica, la tercera, en que el órgano recupera su amplia y melodiosa voz y el triste color violeta es unas horas por el color de rosa.

Este recuerdo de las alegrías pasadas, que es bastante frecuente en las santas tristezas de la Iglesia, es también suficientemente elocuente para significar que, aunque se una al pueblo antiguo para implorar la venida del Mesías y pagar de esta manera la gran deuda que la humanidad ha contraído con la justicia y bondad divinas, no olvida a pesar de todo, que el Emmanuel ha venido ya para ella, que está a su lado y que antes de que mueva los labios pidiendo redención, se encuentra ya rescatada y señalada para la unión eterna con su Esposo. He ahí por qué el Aleluya se mezcla con sus suspiros y las alegrías con las tristezas, en espera de que el gozo venza al dolor en aquella sagrada noche, que será más radiante que el más esplendoroso día.



COMENZAMOS LA NOVENA EN HONOR A LA INMACULADA CONCEPCION DE MARIA SANTISIMA, PATRONA DE ESPAÑA

 


NOVENA EN HONOR A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA (DÍA 1)

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
Pésame, Señor, de todo corazón de haberos ofendido por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, y propongo firmemente la enmienda.
  
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberana Señora, Emperatriz de los Cielos y tierra, Estrella refulgente del mar, que fija en los candores de vuestra Inmaculada pureza diriges los errados navegantes, hijos de Adán. Yo el más indigno de todos ellos, me postro ante tu Sagrada Imagen, venerándote en el primer instante de tu Purísima Concepción, desde el cual fuiste escogida para Madre de Dios y Virgen Purísima, y te suplico en esta novena, que consagro a tus aras, que te dignes de ser mi Madre, pues lo eres de todos los miserables hijos de Adán; y me alcances del trono de la Beatísima Trinidad pureza de intención y conformidad con su santísima voluntad, para que por vuestra santísima intercesión sean mis súplicas oídas de su piedad; y en especial, Señora, se digne concederme el remedio de esta especial necesidad que os manifiesta mi corazón, lo que con gran confianza espero de vuestras piedades para que, una vez conseguida, te rinda en esta vida las gracias, hasta que logre congratularte en la gloria eternamente. Amén.

DÍA PRIMERO - 29 DE NOVIEMBRE

MEDITACIÓN: «Fui creada desde el principio, antes de todos los siglos» (Eclesiástico 24, 14).

Contemplad, almas, cómo habiendo llegado al trono de la Beatísima Trinidad las humildes deprecaciones de Señor San Joaquín y Señora Santa Ana, Padres de María Santísima, se determinó en aquel Divino Consistorio dar cumplimiento a sus deseos, y así determinó Dios Uno y Trino, llegada la plenitud de los tiempos y el momento de cumplir el plan de la Redención, manifestarlo al Arcángel San Gabriel en esta forma: «Gabriel, ilumina, vivifica y consuela a Joaquín y Ana, nuestros siervos, y diles que sus oraciones llegaron a nuestra presencia, y sus ruegos son oídos de nuestra clemencia. Promételes que recibirán fruto de bendición con el favor de nuestra diestra, y que Ana concebirá y dará a luz una hija, a quien le damos por nombre MARÍA». Contemplad cómo con esta determinación descendió al punto el Arcángel en forma humana, más refulgente y hermoso que el sol, y se les apareció a los padres dichosos de María Santísima, y les anunció la Concepción dichosa de esta Divina Niña, advirtiéndoles que era en todo maravillosa esta embajada, pues la Hija que había de concebir había de ser grande, escogida, poderosa, llena del Espíritu Santo, y que su Concepción alegraría al Cielo y la tierra. 


ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO

¡Oh Soberanos Señores míos y esclarecidos Santos Joaquín y Ana! Todos los que hemos empezado esta novena en honra de la Concepción de vuestra Santísima Hija María, nuestra Señora, os damos mil parabienes del feliz anuncio que os dio el Santo Arcángel y gozándonos de vuestro gozo, os suplicamos humildemente nos alcanceis de la Santísima Trinidad, purifique nuestras conciencias con sus divinos auxilios, para que concibamos pensamientos, palabras y obras libres de toda impureza, que dignamente prosigamos esta novena, y alcanzadnos de vuestra Santísima Hija y Señora nuestra, las especiales súplicas que en ella le hacemos, para que purificados en esta vida le sirvamos fieles, y en la otra para siempre le alabemos. Amén.


A continuación, rezamos las siguientes invocaciones: 

1. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Padre, como a Hija suya, os hizo poderosísima, que en vida y en muerte me libréis del poder del Demonio. Amén. Ave María 

2. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Hijo, como a Madre suya, os hizo sapientísima, que me alcanceis de su Divina Majestad una Fe constante y una esperanza firme, y que ni en vida ni en muerte me pueda pervertir alguna ignorancia o error. Amén. Ave María 

3.Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues el Espíritu Santo, como a Esposa suya, os enriqueció de una caridad inmensa, me alcancéis que mi corazón perpetuamente se abrase en el fuego del amor divino. Amén. Ave María 

4. Ave María Santísima, Señora nuestra, llena de gracia, inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen. Por esta infinita dignidad e incomparable prerrogativa vuestra, y por el singular privilegio de vuestra purísima Concepción, os suplico, que pues la Santísima Trinidad os hizo templo suyo, sustentado sobre las columnas de las más sólidas virtudes, que me alcanceis de su Divina Majestad que participando de vuestras virtudes, sea yo vivo templo suyo en tiempo y eternidad. Amén. Ave María

ORACION FINAL 

Antífona: Esta es la vara en la cual no hubo ni el nudo del pecado original, ni la corteza de la culpa actual.

℣. En tu Concecpión, oh Virgen, fuiste Inmaculada;
℟. Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste a luz.

ORACIÓN
¡Oh, Dios!, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste digna morada para tu Hijo; rogámoste que, así como preservaste a Ella de toda mancha por la muerte prevista de tu mismo Hijo, así también nos concedas que, mediante tu intercesión, lleguemos limpios de toda culpa a tu presencia. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

℣.Ave María purísima
℟. Sin pecado concebida

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.


Como buen devoto de María Santísima es muy conveniente que acabes este Ejercicio piadoso con un canto a la Santísima Virgen. Desde este blog te recomiendo los siguientes.

Este en lengua latina ( cantado por el coro Harpa Dei)


O bien este en lengua castellana 





lunes, 28 de noviembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL LUNES DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO: Lavaos, purificaos, apartad de mis ojos vuestros malos pensamientos (Isaías 1,16)



Lavaos, purificaos, apartad de mis ojos vuestros malos pensamientos; dejad de hacer el mal, aprended a practicar el bien, buscad lo que es justo, ayudad al oprimido; haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Y entonces venid y argüidme, dice el Señor: aunque vuestros pecados os hayan puesto como la escarlata, quedaréis blancos como la nieve; y aunque estuviéreis rojos como la púrpura, os volveréis blancos como la lana (Isaías, I, 16-18.)


El Señor, que bajará enseguida para salvarnos, nos invita no sólo a prepararnos para aparecer en su presencia, sino también a purificar nuestras almas. “En justo, dice San Bernardo en su Sermón VI del Adviento, que el alma que había caído la primera, sea también restaurada la primera. Dejemos, pues, el cuidado del cuerpo hasta el día en que venga Jesucristo a reformarlo por la Resurrección; y así en el primer Advenimiento nos dice el Precursor: He ahí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. 


No dice las enfermedades del cuerpo, ni las flaquezas de la carne, sino los pecados, que son las enfermedades del alma y la corrupción del espíritu. ¡Oh cuerpo!, guárdate, por tanto, de anticipar el tiempo. Puedes estorbar la salvación del alma, pero no puedes lograr la tuya propia. Consiente, pues, que trabaje el alma para sí, y aun procura cooperar con ella; porque si participas de sus sufrimientos, también participarás de su gloria. Cuanto más retrases su renovación, tanto más retrasas la tuya; pues hasta que Dios no vea su imagen reformada en el alma, tampoco tú serás regenerado.”


 Purifiquémonos, pues, cristianos; practiquemos las obras del espíritu y no las de la carne. La promesa del Señor es bien explícita: El reemplazará los vivos colores de nuestros pecados por la más deslumbrante blancura. Sólo una cosa nos pide: que cesemos de cometer el pecado. Dejad de hacer el mal, dice, y después, venid y hablaremos. ¡Oh Salvador!, queremos aprovecharnos de tus consejos, desde el comienzo de este santo tiempo. Queremos comenzar en paz contigo, sometiendo la carne al espíritu, reparando nuestras injusticias para con nuestros hermanos y haciéndote oír la voz de nuestro arrepentimiento, en lugar del tumulto de nuestros pecados que desde hace tiempo molesta tus oídos.




CATEQUESIS LITURGICA SOBRE EL ADVIENTO (I): HISTORIA DEL ADVIENTO

 


A continuación os ofrezco esta catequesis litúrgica sobre este tiempo de Adviento de la mano del liturgista benedictino dom Prospero Gueranger.


CATEQUESIS LITÚRGICA DE ADVIENTO I: HISTORIA DEL ADVIENTO.


SU NOMBRE 

En la Iglesia latina, se da el nombre de Adviento al tiempo destinado por la Iglesia para preparar a los fieles a la celebración de la fiesta de Navidad, aniversario del Nacimiento de Jesucristo. El misterio de este gran día merecía sin duda el honor de un preludio de oración y penitencia: pero es imposible determinar de una manera cierta la época en que fue instituido este tiempo de preparación, que sólo más tarde recibió el nombre de Adviento .


El Adviento se puede considerar bajo dos puntos de vista diferentes: como un tiempo de preparación adecuadamente dicha al Nacimiento del Salvador, por medio de prácticas de penitencia, o como un conjunto de oficios eclesiásticos, organizado con el mismo fin. Ya desde el siglo v nos hallamos con la costumbre de hacer exhortaciones al pueblo para prepararle a la fiesta de Navidad; hasta nos quedan dos sermones de San Máximo de Turín sobre este objeto, sin mencionar otros muchos atribuidos antiguamente a San Ambrosio ya San Agustín, y que parecen ser de San Cesáreo de Arlés. Aunque monumentos no nos precisan todavía la duración y los ejercicios que se practicaban en este santo tiempo, al menos nos es dado ver en ellos la antigüedad de una práctica que señala con predicaciones especiales el tiempo de Adviento. San Ivo de Chartres, San Bernardo y algunos otros doctores de los siglos XI y XII nos han dejado sermones especiales de Adventus Domini, completamente distintos de las Homilías dominicales sobre los Evangelios de este tiempo. En las Capitulares de Carlos el Calvo, del año 846, los Obispos advirtieron a este príncipe que no deben alejarlos de sus Iglesias durante la Cuaresma, ni durante el Adviento so pretexto de asuntos de Estado o de alguna expedición militar, porque ellos tienen deberes particulares que cumplirá durante ese tiempo, sobre todo el de la predicación.


Un antiguo documento donde se encuentran precisos ya el tiempo y las prácticas del Adviento, aunque de manera poco clara todavía, es un pasaje de San Gregorio de Tours, en el segundo libro de su Historia de los Francos en el que cuenta que San Perpetuo, uno de sus predecesores que ejercía su carga hacia el año 480, había determinado que los fieles debían ayunar tres veces a la semana, desde la fiesta de San Martín hasta Navidad . ¿Estableció San Perpetuo, por esta ordenación, una nueva observancia o sencillamente sancionaba una ley ya establecida? Imposible determinarlo hoy día con exactitud. Notemos solamente que existe un período de cuarenta días o más bien de cuarenta y tres días expresamente señalado y consagrado a la penitencia como otra Cuaresma, aunque menos rigurosa.


Poco después nos hallamos con el canon nueve del primer concilio de Macón, celebrado en 583, el cual ordena que durante el mismo intervalo de San Martín hasta Navidad, deberá ayunarse los lunes, miércoles y viernes y que se celebrará el sacrificio según el rito de la Cuaresma. Algunos años antes, el segundo Concilio de Tours, celebrado en 567, obligaba a los monjes a ayunar desde principios del mes de diciembre hasta Navidad. Esta práctica penitencial se desarrollará pronto a toda la cuarentena, obligatoriamente también para los fieles, dándosele vulgarmente el nombre de Cuaresma de San Martín. Las Capitulares de Carlomagno, en el libro sexto, no dejan lugar a duda; y Rabano Mauro asegura lo mismo en el segundo libro de su Institución de los Clérigos. Hasta se hacían regocijos particulares en la fiesta de San Martín.



CAMBIOS EN LA OBSERVANCIA 

La obligatoriedad de esta Cuaresma, que naciendo de una manera casi imperceptible había llegado a crecer en lo sucesivo hasta llegar a ser una ley sagrada, se fue relajando poco a poco; los cuarenta días desde San Martín a Navidad quedaron convertidos en cuatro semanas. Ya hemos visto que la práctica de este ayuno había nacido en Francia; de allí se había extendido por Inglaterra, según sabemos por la Historia del Venerable Beda; por Italia, como consta por un diploma de Astolfo rey de los Lombardos (f 753); por Alemania y España etcétera, como se puede ver por las pruebas que aporta la gran obra de Don Marténe sobre los antiguos Ritos de la Iglesia. La primera noticia que encontramos sobre la reducción del Adviento a cuatro semanas parece ser la carta del Papa San Nicolás I a los Búlgaros que data del siglo IX. El testimonio de Ratiero de Verona y de Abdón de Fleury, autores del mismo siglo, sirve también para probar que el acortamiento del ayuno del Adviento era en aquellos días cuestión candente. Es cierto que San Pedro Damián, en el siglo XI, supone todavía que el ayuno del Adviento duraba cuarenta días, y San Luis, dos siglos más tarde, también lo observaba; pero tal vez este Santo lo practicaba así por una devoción particular.


La disciplina de las Iglesias occidentales, después de haber reducido la duración del ayuno de Adviento, terminó por transformarlo en una simple abstinencia; y aun se dan Concilios desde el siglo XII, como el de Seligenstadt en 1122, que parece no obligar con la abstinencia más que a los clérigos. El Concilio de Salisbury, en 1281 parece que no lo preceptúa sino para los monjes. Por otra parte es tal la confusión sobre esta materia, sin duda debido a que las Iglesias de Occidente no lo hicieron objeto de una disciplina uniforme, que Inocencio III, en su carta al Obispo de Braga, afirma que la práctica del ayuno todo el Adviento, se conservaba todavía en Roma en su tiempo, y Durando, en el mismo siglo XIII y en su “Rationale” asegura de la misma manera que el ayuno era continuo en Francia durante todo el curso de este santo tiempo.


Sea lo que fuere, esta costumbre fué cayendo en desuso poco a poco, de suerte que hacer todo lo que le fue dado al Papa Urbano V en 1362 para detener su exposición completa, fue obligar a todos los clérigos de su corte a guardar la abstinencia del Adviento, sin hacer mención alguna del ayuno y sin constreñir de ningún modo con esta ley a los demás clérigos y mucho menos a los laicos. San Carlos Borromeo trató también de resucitar en su pueblo milanés, el espíritu, si no la práctica de los tiempos antiguos. En su cuarto Concilio obligó a los sacerdotes a que exhortasen a los fieles a comulgar al menos todos los domingos de Cuaresma y del Adviento, y dirigió también a sus diocesanos una carta pastoral, en la que, después de recordar las disposiciones con que se debe celebrar este santo tiempo, utilizados de animarles a ayunar por lo menos los lunes, miércoles y viernes de cada semana de Adviento. Finalmente Benedicto XIV, siendo todavía Arzobispo de Bolonia, y queriendo seguir tan gloriosas huellas, dedicó su undécima Institución Eclesiástica a despertar en el espíritu de sus fieles la elevada idea que los cristianos de otros tiempos tenían del santo tiempo de Adviento, ya combatir un prejuicio existente en aquella región y que consistía en creer que el Adviento concernía sólo a los religiosos y no a los simples fieles. Demuestra que está sostenido, a menos que se refiera solamente al ayuno ya la abstinencia, es verdaderamente temeraria y escandalosa, puesto que no se puede dudar de que existe, dentro de las leyes y usos de la Iglesia universal, un conjunto de prácticas convenientes a preparar a los fieles a la gran fiesta del Nacimiento de Jesucristo.


La Iglesia griega observa todavía el ayuno del Adviento, pero un ayuno mucho más suave que el de la Cuaresma. Se compone de cuarenta días, contando desde el 14 de noviembre, día en que la Iglesia celebra la fiesta del Apóstol San Felipe. Durante este tiempo se guarda abstinencia de carne, manteca, leche y huevos; pero se puede usar el aceite, vino y peces, cosas prohibidas en Cuaresma. El ayuno propiamente dicho no obliga más que siete días de los cuarenta; a todo el conjunto se le da el nombre de Cuaresma de San Felipe. Los griegos justifican estas mitigaciones diciendo que la Cuaresma de Navidad es institución monacal, mientras que la de Pascua es de institución apostólica.


Pero, aunque las prácticas externas de penitencia que consagraban antiguamente el tiempo de Adviento entre los Occidentales, han ido mitigándose poco a poco, de manera que apenas queda vestigio alguno de ellas fuera de los monasterios, el conjunto de la Liturgia de Adviento no ha cambiado , y los fieles deben procurar una verdadera preparación a la fiesta de Navidad, apropiándose su espíritu con esmero.



CAMBIOS DE LA LITURGIA.

 La forma litúrgica del Adviento tal cual hoy se conserva en la Iglesia Romana, ha experimentado algunos cambios. San Gregorio (590-604) parece haber sido el primero que compuso este Oficio, que comprendía primeramente cinco domingos, tal como se puede ver en los sacramentarios más antiguos de este gran Papa. A este propósito se puede también afirmar, siguiendo a Amalario de Metz ya Bernón de Reichenau, los cuales a su vez son seguidos en esto por Don Marténe y Benedicto XIV, que el autor del precepto eclesiástico del Adviento pudiera ser San Gregorio, aunque el uso de dedicar un tiempo más o menos largo a la preparación de la fiesta de Navidad sea de uso inmemorial y la abstinencia y el ayuno de este santo tiempo hayan tenido su origen en Francia. Según eso, San Gregorio habría determinado para las Iglesias de rito romano la forma de los Oficios durante esta especie de Cuaresma y sancionado el ayuno que le acompañaba, dejando a pesar de toda cierta libertad a las diversas Iglesias para el modo de practicarlo. Como se ve por Amalario, San Nicolás I,  Bernón de Reichenau, Ratiero de Verna etc., a partir del siglo IX  y X los domingos habían quedado reducidos a cuatro; es el número que trae también el Sacramentario gregoriano transmitido por Pamelius y que parece haber sido copiado en esa época. Desde entonces no ha variado la duración del Adviento en la Iglesia Romana, habiéndose fijado en cuatro semanas, y cayendo en la cuarta la fiesta de Navidad, a no ser que ésta coincida con el Domingo. Por consiguiente, a la práctica actual se le puede calcular una antigüedad de mil años, al menos por lo que se refiere a la Iglesia romana; ya que existen pruebas de que algunas Iglesias de Francia guardaron la costumbre de las cinco semanas hasta el siglo XIII


Todavía la Iglesia ambrosiana cuenta seis semanas en su Liturgia de Adviento; y el Misal gótico o mozárabe guarda la misma costumbre. En cuanto a la Iglesia galicana, los fragmentos que Dom Mabillon nos ha conservado de su liturgia, nada nos dicen a este propósito, pero es lógico opinar con este sabio, cuya autoridad está corroborada por la de Dom Marténe, que la Iglesia de las Galias seguían en este punto, como en otros muchos, las costumbres de la Iglesia gótica, es decir que la Liturgia de su Adviento se componía también de domingo seis y seis semanas .


Por lo que se refiere a los Griegos, sus Rúbricas para el tiempo de Adviento se pueden ver en las Menees, a continuación del Oficio del 14 de noviembre. No tienen Oficio propio para el Adviento y durante este tiempo tampoco celebran la Misa de Presantificados, como en Cuaresma. Pero, en los Oficios de los Santos que se celebran entre el 15 de noviembre y la dominica más próxima a Navidad, se hacen frecuentes alusiones a la Natividad del Señor, a la Divina Maternidad de María, a la gruta de Belén, etc. El domingo que precede a Navidad, celebran la fiesta que llaman de los Santos abuelos, es decir la conmemoración de los Santos del Antiguo Testamento, con el fin de rememorar el ansia del Mesías. A los días 20, 21, 22 y 23 de diciembre los honran con el título de Ante-Fiesta de Navidad;