viernes, 26 de febrero de 2021

VIERNES DE CUARESMA: MEDITEMOS LA PASIÓN DEL SEÑOR CON MONSEÑOR TIHAMER TOTH Y SU OBRA: "CRISTO REY"

 


¡Cuánto me amó Él a mí! ¿Cuánto? ¡Murió por mí! “

¡Me amó y se entregó por mí!»

Esto es amor. Jesucristo muere clavado en una cruz.

No tenía una almohada para reposar su cabeza, coronada de espinas.

Le atravesamos sus manos y pies con agudos clavos.

Le dimos a beber hiel y vinagre. 

En vez de recibir consuelos,

recibió desprecios y blasfemias… ¡Oh Jesús!, ¿es esto lo que mereciste de nosotros?

¿A Ti, hijo de Dios, que bajaste de los altos cielos

para darnos el reino eterno de tu Padre?

¡Y nosotros te clavamos en la cruz! ¡Cuánto me has amado!

Te interpusiste en medio, entre el cielo y la tierra,

para encubrir con tu cuerpo ensangrentado y lleno de llagas a cada uno.

de los hombres, para encubrir mi alma pecadora y esconderme así de la ira de Dios;

para desviar, con los brazos extendidos en lo alto,

los rayos de la justicia divina; para implorar perdón para nosotros. 

Tú imploras al cielo pidiendo misericordia:

«Padre, perdónalos...», a ellos, a todos, sin excepción.

No te preocupas de ti mismo, no piensas en tu dolor, sólo piensas en mí.


¡Cuánto me amas! Me amó..., me amó...

Pero ¿quién podía esperar tal exceso de amor? 

Ya conocíamos las promesas del Mesías venidero hechas

por Dios al hombre en el Paraíso. 

Cuando el Niño de Belén se sonreía mirándonos a los ojos,

cuando el Hijo de Dios vivía entre nosotros como un hermano,

sentíamos que en su Corazón ardía con vivísimas llamas en amor a los hombres.




Al oír sus parábolas del buen samaritano, del hijo pródigo,

del buen pastor que busca la oveja perdida, bien sentíamos los ardores del amor

del Corazón de Jesús.

Pero aquel amor sin límite y sin medida, que le llevó a soportar por nosotros,

sin pronunciar una palabra de queja, los golpes rudos, los latigazos que le herían,

el ser escupido y servir de befa, la corona de espinas, los dolores de la cruz...,

no podíamos sospecharlo. 


Cuánto nos ama Jesús! Se deja clavar a la cruz para decirme cuánto me ama.

Así conquista mi alma. Yo estoy al pie de la cruz, abismado al ver

tanto exceso de amor,

y espero que su sangre preciosa, aquella sangre divina,

caiga sobre mí, y lave mis grandes pecados.

Quisiera llorar con amargura; pero no puedo;

este Jesús amoroso me fascina, su palabra me obliga a que le mire,

no puedo desviar de El mi mirada. 

Pero si le miro, siento que me dice: Mira cuánto te he amado..., y tú ¿me amas a Mí...? 




Textos tomados de la obra Cristo Rey de Monseñor Tihamer Toth (1889-1939).

Todo aquel que desee leerla la tiene enlazada en el margen izquierdo de este blog



LEYES DE LA ABSTINENCIA Y DEL AYUNO
 SEGÚN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE 1917













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