Los textos litúrgicos usados durante las cuatro semanas del tiempo
de Adviento nos recuerdan a los fieles, por así decirlo, la “ausencia de Cristo”.
Además, podemos ver que las Colectas de Adviento no terminan con la formula “Per Dominum Nostrum
Jesum Christum (Por Nuestro Señor Jesucristo)”, como lo hacen durante el
resto del año litúrgico. Con espíritu de penitencia y oración aguardamos al
Mediador, al Dios hecho hombre, preparándonos para su venida en carne mortal, y
también para su segundo advenimiento como nuestro Juez.
Las Misas del Tiempo de
Adviento nos presentan un espíritu de preparación y arrepentimiento que se
mezclan con la alegría y la esperanza; por esto, aunque los ornamentos tengan
el morado penitencial y se omita el Gloria, se mantiene el alegre Aleluya. Las
lecturas tomadas del Antiguo Testamento que podemos leer en el Introito, el
Gradual, el Ofertorio y en la Comunión de las Misas están tomadas en su mayor
parte de las profecías de Isaías y de los Salmos, y son una expresión elocuente
del deseo de todas las naciones por la llegada del Redentor.
A todos nos impresiona el
llamado urgente y repetido por la venida del Mesías: “Ven ya, no
tardes”. Las epístolas de San Pablo nos urgen a disponernos como se debe
para su llegada. Los Evangelios nos describen los terrores del Juicio Final,
profetizando el segundo advenimiento y para decirlo con palabras de San Juan
Bautista “para
preparar el camino del Señor”.
En el Adviento, la Iglesia
bizantina celebra particularmente los antepasados de Nuestro Señor: todos los
Patriarcas y Profetas del Antiguo Testamento, pero especialmente Abraham, Isaac
y Jacob. La Iglesia latina también los menciona frecuentemente durante este
periodo. En el Breviario podemos encontrar muchos textos tomados del profeta
Isaías (como el Introito del Segundo Domingo, o la Comunión del Tercer Domingo).
La idea del Adviento es
que nos preparemos para la venida de Jesucristo. Por lo tanto, pongamos en
nuestra boca las mismas peticiones que hacían los Patriarcas y los Profetas.
Preparemos la venida de Jesucristo, nuestro Redentor, que viene para
prepararnos a su vez a su segundo advenimiento como Juez. Cuando los oráculos
de los Profetas se cumplieron, y los judíos se hallaban aguardando la venida
del Mesías, Juan el Bautista abandono el desierto y fue hasta la orilla del
Jordán, brindando el bautismo de penitencia para preparar las almas a la venida
de Cristo. El mundo pensó que él era el Mesías aguardado, pero el replicó con
las palabras de Isaías Profeta: “Soy la voz del que
clama en el desierto: preparad el camino del Señor”.
Durante el Adviento
abrimos un camino directo para que Jesucristo entre en nuestras almas, y
contemplamos a Nuestro Señor que vendrá en Navidad
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