Durante
el tiempo de Adviento esperamos la venida de Jesucristo. En el tiempo de
Navidad experimentamos la alegría de su llegada a este mundo. La Iglesia está
llena del misterio de la Encarnación de Cristo. Jesús, como Dios, engendrado de
la sustancia del Padre antes de que todas las cosas existieran y de la
sustancia de su Madre en este mundo, se nos da a nosotros. “Y será llamado Ángel del Gran Consejo”. (Isaías 9,6)
Por
medio de la unión de nuestras almas con Jesús nacido en carne humana, nosotros
nacemos a la vida divina. “Y a cuantos le
recibieron Él les ha dado el poder de ser hijos de Dios” (San Juan 1,12).
Con
el nacimiento de Jesús, nosotros aprendemos a conocer a Dios como su Padre: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y
nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce bien nadie sino
el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (San Mateo 11, 27).
Durante
el tiempo de Navidad, la liturgia nos muestra que el Mesías, como el Hijo de
Dios, se revistió con los ropajes de nuestra humanidad, fue glorificado por los
humildes pastores sorprendidos y adorado por los Magos que venían del Oriente.
Arrodillémonos ante el Niño y bendigamos a Dios por el nacimiento de Jesús, que
es el inicio de nuestra Redención a través de la gracia de la vida
sobrenatural.
Para
Navidad, se ha conservado la antigua costumbre de celebrar las primicias de
esta fiesta a la medianoche, porque fue a esta hora en la cual María,
manteniendo su inmaculada virginidad, dio al mundo su Salvador. En medio de la oscuridad nació la Luz. Por tanto, la Iglesia celebra la Navidad el
25 de diciembre, el tiempo del año cuando en el hemisferio norte los días
comienzan a alargarse. La costumbre de celebrar tres Misas tuvo su origen en
Jerusalén. En Belén, a primera hora de la mañana, se decía una Misa. Más tarde,
se celebraba una segunda Misa en la Iglesia de la Resurrección en Jerusalén.
Alrededor del mediodía, se celebraba una tercera Misa.
Cada
una de las tres Misas de Navidad tiene una característica identificadora: La
Misa de la medianoche, conocida también como Misa del Gallo, celebra la
generación eterna del Verbo y la dignidad del Hijo de Dios; la Misa de la
Aurora está centrada especialmente en el nacimiento de Jesús en nuestras almas.
Y la Misa del día conmemora sobre todo el nacimiento en el tiempo de Nuestro
Señor.
Así
como el Adviento es la temporada de la “ausencia de Jesús”, el tiempo de
Navidad es la temporada de la gran alegría por la posesión del Salvador. Ocho
días después de Navidad, la Iglesia celebra la Circuncisión de Jesús. El 6 de
enero festeja la adoración de Jesús que realizaron los Magos (la Epifanía),
y el tiempo de Navidad se cierra ocho
días más tarde.
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