lunes, 8 de marzo de 2021

CALENDARIO CATÓLICO DEL DÍA 8 DE MARZO: SAN JUAN DE DIOS, el Santo de los Enfermos

*Nota: Las imágenes y el texto están tomados del blog 

Como Ovejas sin Pastor 

(al cual podéis acceder fácilmente clicando aquí

de mi buen amigo Juan Diego Ortega Santana



"Haced el bien hermanos,

 para vosotros mismos"



          El 8 de Marzo de 1550, moría en la imperial ciudad de Granada

el Santo de los enfermos:

San Juan de Dios. Dejaba como legado para la Santa Iglesia,

la Orden Hospitalaria que pronto se extendería por todo el orbe.


          Aunque hay discusiones sobre sus orígenes,

se cree que nació cerca de Toledo, España,

tal día como hoy en 1495. De familia pobre pero muy piadosa.

Su madre murió cuando él era joven y su padre

entro en la vida religiosa hasta su muerte.


          Ejerció como pastor y fue tan apreciado por su patrón que este le propuso, sin éxito,

que se casara con su hija y fuese su heredero.

Juan entró en la milicia y participó en varias batallas de Carlos V.

En una de las campañas le pusieron a cuidar un depósito y,

como el enemigo logró saquearlo, le condenaron a la horca.

Juan se encomendó a la Virgen María y le perdonaron la vida.

Dejo la vida militar pero en ella aprendió a ser disciplinado y sufrido.


          Se dedicó entonces a vendedor ambulante de libros y estampas religiosas.

En una ocasión, llegando a la ciudad de Granada,

vio un niño muy pobre y se ofreció a ayudarlo.

Aquel niño era Jesús quien le dijo antes de desaparecer: 


"Granada será tu cruz"


          En una ocasión asistió a la prédica del famoso Padre San Juan de Ávila

que estaba de visita en Granada. En plena prédica, cuando hablaba

contra la vida de pecado, San Juan se arrodilló

y comenzó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un pecador".

Salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años. 


          Se confesó con San Juan de Avila y se propuso como penitencia

hacerse el loco para adquirir rechazos y humildad.

Repartió todas sus posesiones entre los pobres.

Deambulaba por las calles pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.  




San Juan de Dios repartiendo caridad en las calles de Granada



          La gente lo creyeron en efecto loco y lo trataban con gran desprecio.

Hasta lo atacaban a pedradas y golpes. Al fin lo llevaron a un asilo

para locos donde recibió fuertes palizas,

tal como se acostumbrada a tratar a los locos.

Sin embargo sus custodios notaban que Juan no se disgustaba

por los azotes sino que lo ofrecía todo a Dios.

Juan también corregía a los guardias y les llamaba

la atención por el modo tan brutal de tratar a los demás enfermos.


          Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y

supo que Juan estaba recluido en un asilo para locos, fue y logró sacarlo.

Le aconsejó que no hiciera más la penitencia de hacerse el loco.

En vez se debería dedicar a una verdadera "locura de amor":

gastar toda su vida y sus energías ayudando a los enfermos

más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.


           La estancia de Juan de Dios en el asilo fue providencial.

Comprendió el gran error que es pretender curar las enfermedades

mentales a bases de golpes y desprecio. Se propuso ayudarles.

Alquila una casa vieja en Granada para recibir a cualquier enfermo,

mendigo, loco, anciano, huérfano o desamparado.

Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño,

haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre,

amigo y hermano de todos. Por la noche se va

por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.


          Sabía poco de medicina pero tenía mas éxito curando

enfermedades mentales que cualquier médico.

Enseñó con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles

primero el alma con amor si se quiere obtener la curación de su cuerpo.

Este fue el comienzo de la fundación de su hospital.

Mas tarde vinculó a su obra un grupo de compañeros,

los cuales constituyeron la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios.


          Pronto se hizo popular el grito nocturno de Juan

por las calles de Granada. "¡Haced el bien hermanos,

para vosotros mismos!" ( Hasta hoy, cuando los Hermanos piden limosna,

recurren a esta bella frase, que nos anima a dar sabedores

de que Dios nos premiará con más) . Las gentes salían a la puerta de sus casas

y le daban las sobras de la comida del día.

Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital,

y a la madrugada se echaba a dormir

un rato debajo de una escalera.


          La obra llegó a oídos del señor Obispo. Admirado le añadió dos

palabras a su nombre que en adelante sería "Juan de Dios".

Como Juan de Dios cambiaba sus ropas por los harapos

de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio

un hábito negro con el que se vistió hasta la muerte.


          Un día su hospital se incendió. Juan de Dios entró varias veces

a través de enormes llamaradas para sacar a los enfermos

sin sufrir quemaduras. Así logró salvarle la vida a todos sus pacientes.


          Otro día el río creció y arrastraba troncos y palos. Juan necesitaba

abundante leña para el invierno para sus ancianos.

Mientras sacaban troncos del río, uno de sus compañeros

jóvenes de pronto fue arrastrado por la corriente.

Juan se lanzó al agua para salvarle la vida.

El el agua fría le hizo enfermar y empezó a sufrir espantosos dolores.

Trataba de que no se notara cuanto sufría.




San Juan de Dios en el Paraíso...



          Por la artritis tenía sus piernas retorcidas y con grandes dolores.

Eventualmente se hizo imposible esconder su enfermedad.

Una señora obtuvo del señor Obispo autorización para llevarlo

a su casa y cuidarlo un poco. El santo fue ante el Santísimo Sacramento

para despedirse de su amado hospital.

Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín

quien había tenido gran enemistad con otro hombre.

Juan los reconcilió y ambos habían entraron con el

a la vida religiosa como buenos amigos. 


          Al llegar a la casa de la rica señora, Juan exclamó:

"Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí

que soy tan miserable pecador". Allí trataron de curarlo

de su dolorosa enfermedad, pero era tarde.


          El 8 de Marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte,

se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús,

en tus manos me encomiendo", y quedó muerto,

así de rodillas.

Había trabajado incansablemente durante diez años

dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos

que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las

muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad,

que siendo el más grande santo de la ciudad

se creía el más indigno pecador.

El que había sido apedreado como loco, fue acompañado

al cementerio por el Obispo, las Autoridades y todo

el pueblo, como un Santo.









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