jueves, 25 de marzo de 2021

MARÍA SANTÍSIMA ES CORREDENTORA

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En primer lugar, “corredimir” no es “redimir con” como si fuese “redimir junto al Redentor”, pues el único que redime es Cristo Nuestro Señor. El título de “corredentor” quiere expresar una colaboración que haya sido directamente necesaria para que se dé la redención. Sin la Virgen María, Cristo Nuestro Señor no habría podido hacerse hombre ni morir por nosotros.


Si la Virgen María fue predestinada por Dios libremente para que constituyera juntamente con su Hijo un solo principio de salvación, de reparación del género humano, entonces, en el momento de la Anunciación, el término inmediato del consentimiento de María no era solamente Cristo en sí mismo, sino Cristo como Redentor y Cabeza del género humano.


Ahora bien, según los designios de Dios, la Redención debía llevarse a cabo mediante la Pasión y muerte de Cristo en la Cruz; así también, la asociación de María a la obra del Hijo debía completarse mediante su compasión en el Calvario. Por tanto, si Cristo reparó al género humano mediante su obra de Redención, también la Virgen María asociada estrechamente, llevó a cabo juntamente con Cristo y con subordinación a Él y con virtud recibida de Él, la obra de la Redención.


Basta consultar cualquier tratado de mariología preconciliar para comprender la importancia que el concepto de la corredención, aplicado a la Virgen María, había alcanzado en el pensamiento teológico durante cinco siglos. Los mismos Papas alentaron a los teólogos, así como a los fieles, a comprender mejor este título de nuestra Madre celestial. Para convencerse basta con recordar las palabras de los Papas, desde Pío IX, el Papa de la Inmaculada Concepción, hasta Pío XII, el Papa de la Gloriosa Asunción de Nuestra Señora. Así pues, dejemos que hablen los Sumos Pontífices:


PIO IX 


"Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y triunfando plenamente sobre este enemigo, trituró su cabeza con su pie inmaculado". La idea y su realidad están claramente expresadas, aunque no aparezca la palabra corredentora.” (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 1854)



LEON XIII


"En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios, y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles".  (León XIII, Encíclica Supremi apostolatus officio, 1883)


"Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor". (León XIII, Encíclica Jucunda semper, 1894)


"Porque desde allí, de acuerdo con los designios de Dios, Ella comenzó a velar sobre la Iglesia, a asistirnos y protegernos como una Madre, de modo que después de haber sido cooperadora de la Redención humana, también se convirtió, por el inmenso poder que le fue otorgado, en la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para siempre".  (León XIII, Encíclica Adjutricem populi, 1895)


"Tan pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a la suprema cátedra de Pedro (...) espontáneamente se nos fue el pensamiento a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano". (León XIII, Constitución Apostólica Ubi primum, 1898



SAN PIO X 


Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que María 'mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del orbe perdido' (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX), y, por tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre.” (San Pío X, Encíclica Ad diem illum, 1904) 


Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913 elogió "la costumbre de agregar al nombre de Jesús, el de su Madre, nuestra corredentora, la bendita Virgen María". El 22 de enero de 1914, esta misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que María es llamada "corredentora de la raza humana" 



BENEDICTO  XV


"De tal modo, juntamente con su Hijo paciente y muriente, padeció y casi murió; de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su Hijo, y se vinculó, en cuanto de Ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo" (Benedicto XV, Carta apostólica Inter soladicia).



PIO XI


"No puede sucumbir eternamente aquel a quien asis­tiese la Santísima Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte. Y esta sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano y corroborada por una ininterrum­pida experiencia, apóyase muy principalmente en que la Virgen do­lorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención".  (Pio XI, Explorata res, 2 de febrero de 1923)

En Abril de 1933, con ocasión de la Clausura Solemne del jubileo de la Redención, el entonces Papa Pío XI, suplicaba a Nuestra Señora: “¡Oh Madre del Amor y de la Misericordia quien, cuando Vuestro dulcísimo Hijo estaba consumiendo la Redención de la raza humana en el Altar de la Cruz, permanecisteis de pie junto a Él, sufriendo con Él como la Corredentora… conservad en nosotros, os lo suplicamos, e incrementad día a día los frutos preciosos de Su Redención” .


Y durante la Alocución a los peregrinos de Vicenza (30/11/1933), afirmó claramente: "Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora".



PIO XII


El Pastor Angélico mencionó repetidamente el hecho de la corredención de María, incluso si no utilizó esta palabra. En la encíclica Mystici corporis (1947), por ejemplo: "Finalmente, María, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros... 'en pro de su Cuerpo [de él]..., que es la Iglesia' (Col 1,24)".


Si bien el término "corredentora" no fue escrito textualmente por este Papa, la doctrina está ahí con toda la claridad posible. Juzguemos por esta cita de la encíclica Ad caeli Reginam (1954), sobre la realeza de María:


“ … si María fue asociada por voluntad de Dios a Cristo Jesús, principio de la salud, en la obra de la salvación espiritual, Y lo fue de modo semejante a aquel que Eva fue, asociada a Adán, principio de la muerte, así se puede afirmar que nuestra Redención se efectuó según cierta recapitulación, por la cual el género humano, sujeto a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una Virgen"« (Pío XII, Enciclica Ad coeli reginam, 1954).


" ¿No son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo cristiano? ¿No son el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el árbol de la Cruz une en el amor y en el dolor, a fin de satisfacer por la culpa de nuestros primeros padres en el Edén?" (Pío XII, 22-V-1940).

 


Como conclusión, os dejo con estas bellas palabras de la Secuencia Stabat Mater (versión  de Lope de Vega):


1. La Madre piadosa parada

junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.


2.¡Oh, cuán triste y cuán aflicta

se vio la Madre bendita,

de tantos tormentos llena!

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.


3.Y ¿cuál hombre no llorara,

si a la Madre contemplara

de Cristo, en tanto dolor?

Y ¿quién no se entristeciera,

Madre piadosa, si os viera

sujeta a tanto rigor?


4.Por los pecados del mundo,

vio a Jesús en tan profundo

tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado,

que rindió desamparado

el espíritu a su Padre.


5.¡Oh dulce fuente de amor!,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado,

mi corazón abrasado

más viva en él que conmigo.


6.Y, porque a amarle me anime,

en mi corazón imprime

las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora

las que padeció por mí.


7.Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo

en la cruz, donde le veo,

tu corazón compasivo.



8.¡Virgen de vírgenes santas!,

llore ya con ansias tantas,

que el llanto dulce me sea.

Porque su pasión y muerte

tenga en mi alma, de suerte

que siempre sus penas vea.


9.Haz que su cruz me enamore

y que en ella viva y more

de mi fe y amor indicio.

Porque me inflame y encienda,

y contigo me defienda

en el día del juicio.


10.Haz que me ampare la muerte

de Cristo, cuando en tan fuerte

trance vida y alma estén.

Porque, cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a su eterna gloria. Amén.








CORREDENTORA DEL GENERO HUMANO, ¡RUEGA POR NOSOTROS!


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