jueves, 15 de diciembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO: "¡Señor, ten piedad de nosotros! Contigo hemos contado. ¡Sé nuestra ayuda en la mañana, nuestro socorro en el tiempo de la tribulación! " (Isaías 33,2)



"¡Señor, ten piedad de nosotros! Contigo hemos contado. ¡Sé nuestra ayuda en la mañana, nuestro socorro en el tiempo de la tribulación!
Al estrépito del trueno los pueblos huyen, cuando tú te levantas, las naciones se dispersan; se recogen los despojos como se recogen las langostas, se corre hacia él como las langostas hacia el campo.

El Señor es grande y se asienta en las alturas; llena a Sión de rectitud y de justicia. La seguridad de estos tiempos será para Sión un tesoro de felicidad; sabiduría, ciencia y temor de Dios serán su riqueza,
En Sión los pecadores quedarán aterrados, el temblor se apoderará de los impíos: “¿Quién de nosotros puede habitar en un fuego devorador? ¿Quién de nosotros puede morar en un eterno brasero?”

El hombre justo en sus caminos y recto en sus palabras, el que aborrece las riquezas adquiridas por violencia, y cuya mano rechaza las dádivas corruptoras; el que obtura sus oídos a propuestas sanguinarias y cierra los ojos para no ver lo malo; este hombre tendrá su morada en las alturas, y las rocas firmes serán su fortaleza; se le dará pan en abundancia y no le faltará el agua. Tus ojos contemplarán al rey en su hermosura y verán una tierra que se extenderá hasta lo lejos." (Isaías, XXXIII, 2-5, 14-17.)


¡Dichoso quien contempla con sus ojos al Rey recién nacido, en los suaves destellos de su amor y de su humildad! De tal manera quedará prendado de su hermosura, que la tierra con todas sus magnificencias será para él como si no existiese. Sus ojos no podrán ya descansar sino en aquel que apareció recostado en un pesebre y envuelto en pañales. 

Mas, para tener la dicha de contemplar de cerca al poderoso Rey que viene a nosotros, para merecer ser de su corte, es necesario que sigamos el consejo del Profeta: ser justo en los caminos y recto en las palabras; es lo mismo que declara con unción el piadoso Rábano Mauro, en su primer sermón de preparación a la fiesta de Navidad. “Si en todo tiempo, dice, es conveniente que aparecíamos con el adorno y brillo de las buenas obras, con mucha más razón el día del Nacimiento del Salvador. considerado, hermanos míos: Si un rey terreno o un hombre poderoso os invitase a celebrar el día de su natalicio; ¡cuán nuevas, escogidas y aún espléndidas serían las ropas que llevaríais a su presencia! No consentiríais que nada viejo, vil o impropio ofendiese la vista de quien os había invitado. 

Haced lo mismo en el caso presente; disponed vuestras almas con los distintos adornos de las virtudes, hermoseadlas con las perlas de la sencillez y las flores de la sobriedad. Presentad las conciencias tranquilas, cuando se acerque el Nacimiento del Salvador. Aparezcan brillantes por la castidad, resplandecientes por el amor, blancas con el mérito de la limosna, con destellos de justicia y humildad, y sobre todo, iluminadas por el amor de Dios. Y, si Cristo Nuestro Señor os ve acercaros en estas disposiciones a la fiesta de su Nacimiento, tened la seguridad de que no se contentará con visitar vuestras almas; llevará su condescendencia hasta venir a descansar y morar en ellas, conforme a lo que está escrito: “He aquí que vendré y moraré en ellos y serán mi pueblo, y yo seré su Dios.”

Daos prisa, pues, oh cristianos; convertíos los pecadores y haceos santos; y los santos santifícaos más todavía; porque el Señor es quien viene y no otro cualquiera.


 

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