sábado, 3 de diciembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL SABADO DE LA PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y se ha de llamar Emmanuel (Isaías 7,14)

 



Isaías habló al rey Acaz, diciendo: Pide una señal al Señor tu Dios en lo profundo del infierno o arriba en lo más alto. Y Acaz respondió: “No la pediré por no tentar al Señor.”
Entonces dijo Isaías: “Escucha, pues, casa de David, ¿os parece poco hacer agravio a los hombres y queréis hacerlo también a mi Dios? Por eso el mismo Señor os dar una señal: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y se ha de llamar Emmanuel (Dios con nosotros). (Isaías VII, 10-14.)


Llénese nuestro corazón de esperanza y alegría al oír esta bella y dulce Profecía: Una Virgen concebirá y dará a luz un hijo. Estas palabras encierran la salvación del mundo, como otras estas explican su ruina: La mujer tomó el fruto y comió y dió de él a su marido. Ha llegado, pues, la Virgen prometida; el fruto divino está en sus entrañas. La prevaricación de Eva queda reparada por su medio, el mundo se levanta de su ruina y es aplastada la cabeza de la serpiente. El mismo Dios es más glorificado con la fidelidad de esta Virgen que había sido deshonrado por la infidelidad de la primera.

El consentimiento de María tiene enorme importancia en la salvación del mundo. Sin duda, es el mismo Verbo quien viene; “pero María es el camino por el que viene, dice S. Bernardo en su II Sermón de Adviento; de su seno venta virginal, como el esposo de la cámara nupcial. Esforcémonos, pues, en subir a Jesús por María, puesto que por ella ha bajado El hasta nosotros. Concédenos, pues, entrada ante tu divino Hijo, tú, Bendita, que has hallado gracia, Madre de la Vida y Madre de la salud; y por ti nos recibe, quien por ti nos ha sido dado.

Sea causa de perdón tu integridad para nuestras torpezas; obtenga tu humildad, tan agradable a Dios, la remisión de nuestras vanidades, cubra tu copiosa caridad la multitud de nuestros pecados y procurenos tu gloriosa fecundidad toda clase de merecimientos. ¡Oh Señora nuestra, Abogada nuestra, Mediadora nuestra! Reconcilianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, presentanos a tu Hijo. Haz, oh Virgen benditísima, por la gracia que hallaste, por la prerrogativa que mereciste, por la misericordia de que eres Madre.




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