"Anuncio sobre Babilonia revelado a Isaías, hijo de Amós. Levantad un estandarte sobre un monte pelado, dad un grito hacia ellos, tendedle la mano, para que entren por las puertas los caudillos. Yo he ordenado a mis tropas y he mandado a mis guerreros, a mis valientes triunfadores para que sirvan a mi indignación. Oíd ese ruido confuso en las montañas, como si fuera un pueblo numeroso. Oíd el tumulto de los reinos, de las naciones reunidas. El Señor de los Ejércitos pasa revista a las tropas combatientes. Viene de una lejana tierra* del otro extremo de los cielos; el Señor y los instrumentos de su ira para desolar la tierra.
¡Lamentaos, porque el día del Señor está cerca! Viene como azote del Omnipotente. Por eso, todos los brazos caerán y todos los corazones desfallecerán, agitados de espasmos convulsivos; se retorcerán temblando como la mujer de parto; se mirarán atónitos el uno al otro; y sus rostros serán como llamas.
He aquí que se acerca el día del Señor, cruel, ardiente de furor e ira para convertir la tierra en un desierto y exterminar de ella a los pecadores. Los astros de los cielos no brillarán con sus luces; el sol se oscurecerá a su salida y la luna no alumbrará con su luz.
Castigaré al mundo por sus pecados ya los malos por sus maldades; terminaré con el orgullo de los necios y abatiré la arrogancia de los tiranos. "(Isaías XIII, 1-13.)
La Iglesia nos presenta hoy otra vez ante la vista el cuadro escalofriante de la última venida de Jesucristo. Esta pecadora Babilonia de que habla Isaías, es el mundo envejecido en sus pecados; el día cruel, lleno de furor e ira, es aquel en que volverá el Mesías haciendo brillar su estandarte sobre las nubes. Las palabras que emplea el Profeta para pintar la consternación de los habitantes de Babilonia son tan expresivas, que hielan de espanto a quienes seriamente las meditan.
Tú, pues, que en esta segunda Semana de preparación al Nacimiento del Salvador dudas tal vez todavía de lo que debes hacer en el día de su venida, reflexiona ahora sobre la íntima relación de estos dos Advenimientos. Si en el primero das acogida al Salvador, podrás estar tranquilo en el segundo; si por el contrario desprecias el primero, el segundo caerá fulminante sobre ti, sin que sirvan a salvarte tus gritos desesperados. Cuando menos lo pienses vendrá el Juez, en medio de la noche, en el preciso momento en que te ilusiones con que está lejos todavía.
Y no digas que el mundo no toca aún a su fin, que el género humano no ha realizado todavía sus destinos. No se trata aquí del género humano sino de ti. No hay duda de que el día del Señor será espantoso, cuando el mundo sea hecho añicos como un vaso frágil y los restos de la creación sean presa de un pavoroso incendio; pero, antes de este día de terror universal llegará para ti en particular, la venida del Juez inexorable. Delante de él te has de encontrar sin defensa alguna, y la sentencia que entonces dictaré, quedará en Arme para siempre. Advenimiento terrible, aunque sus efectos sean secretos hasta el último y más solemne.
Considera, pues, que si el terror de este último día es tan grande, es porque en ese día se confirmará con toda solemnidad la sentencia que ya se dió irrevocablemente, aunque sin aparato; del mismo modo que la voz amistosa que convidará a los amigos de Dios al convite eterno, no hará más que repetir en presencia de los Ángeles y de los hombres el fallo que ya fue dado en la feliz entrevista del Señor con sus amigos en el momento de su salida de este mundo.
Así pues, ¡oh Cristianos no contéis con siglos por delante! Esta noche se os exigirá vuestra alma. (Lucas, XII, 20.) El Señor viene: apresuraos a ir delante de El con semblante humilde, con el corazón arrepentido y renovación de vuestras obras. del mismo modo que la voz amistosa que convidará a los amigos de Dios al convite eterno, no hará más que repetir en presencia de los Ángeles y de los hombres el fallo que ya fue dado en la feliz entrevista del Señor con sus amigos en el momento de su salida de este mundo.
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