miércoles, 7 de diciembre de 2022

MEDITACIÓN PARA EL MIERCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO: "El trono se consolidará por la misericordia, y sobre este trono se asentará para siempre en la tienda de David" (Isaías 16,5)

 



Envía, a la hija del país de las rocas del desierto, a la montaña de Sión. Como aves espantadas y hechas saltar del nido, así se verán las hijas de Moab en el paso del Arnón.
Decídete, da una orden; extiende tu sombra para que sea como una noche en pleno día; oculta a los desterrados, no descubre a los fugitivos.
Da albergue a los desterrados de Moab, ampárales contra el devastador, hasta que haya terminado la invasión y cesado la devastación, y el opresor haya abandonado la tierra.
El trono se consolidará por la misericordia, y sobre este trono se asentará para siempre en la tienda de David, un juez celoso de la justicia y conocedor de lo recto. (Isaías XVI, 1-5.)


Oh Señor, envíanos al Cordero; “necesitamos el Cordero y no el león, exclama Pedro de Celles en su III Sermón de Adviento, el Cordero que no se enfurece y cuya mansedumbre jamás se altera; el Cordero que nos preste su lana blanca como la nieve, para calentar nuestra frialdad y cubrir nuestra desnudez; el Cordero que nos dé su carne en alimento, para que no desfallezcamos de debilidad en el camino. Envíale lleno de sabiduría, porque en su divina prudencia ha de vencer al espíritu de la soberbia; envíale lleno de fortaleza, porque está dicho que el Señor es fuerte y poderoso en el combate; envíale lleno de dulzura, porque ha de bajar como el rocío sobre el vellón; envíale como una víctima, porque ha de ser vendido e inmolado por nuestro rescate; envíale, no para exterminio de los pecadores, pues a ellos vendrán a buscar más que a los justos; envíale, finalmente, digno de recibir el poder y la divinidad, digno de desatar los siete sellos del libro cerrado, es decir del inefable misterio de la Encarnación.” Eres, pues Rey, ¡oh divino Cordero!.

Eres el soberano Dominador, desde el seno de tu Madre. Ese virginal seno es un trono de misericordia sobre el que te asientas humildemente, dispuesto a hacer justicia ya confundir a nuestro cruel enemigo. ¡Ay, amado Rey! Aunque todavía no te contemplen nuestros ojos, nuestro corazón te ha sentido. Sabe él que sólo por su causa te revistes de una tan extraña realeza. Déjale que se acerque a ti para prestar fidelidad y homenaje ahora que estás oculto todavía bajo el velo. Pronto los brazos de María serán un segundo trono para tu Majestad, y toda la tierra verá al Salvador que se le envía. digno de desatar los siete sellos del libro cerrado, es decir del inefable misterio de la Encarnación.” 



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